El JUEGO DEL MIEDO
Nunca la forzó, ni le hizo daño, ni la amenazó. “Me decía que era un juego... Yo era su princesa, pero no podíamos contarle nada a mamá porque se enfadaría”. Ella nunca lo supo. Los abusos siempre consistían en tocamientos, besos, caricias... jamás hubo penetración. Y siempre era el mismo ritual. “Llegó un momento en que yo sabía lo que quería, lo que propondría, y me adelantaba convencida de que era la única forma de no decepcionarlo, de que no dejara de quererme". Y así fue como María pasó a formar parte de una estadística tan invisible como siniestra de niños avisados sexualmente
Así siguen, engañados, miles de chicos hasta que un día muchos de ellos por casualidad en una conversación, una película, hasta en una valla publicitaria activan los recuerdos .y reviven el asco, la culpa, la vergüenza, aquella sensación de suciedad que nunca se le iba del cuerpo. Pero, ¿cómo odiar a alguien a quien llevas has 40 años queriendo? "La contradicción come por dentro. María en su caso expresa “Quiero pensar que aquella persona murió y que el de después es otro", que está ahí para cumplir con su obligación. “Su obligación era cuidarme, protegerme. ¿Cómo pudo hacerme algo así?”.
Cuando el monstruo vive en casa María calló durante años, segura de que lo había superado y de que su vida era normal. Su padre siguió siendo su padre, un hombre bueno a los ojos de todos, que se preocupaba de ella y de sus dos hermanas pequeñas, que trabajaba para clientes famosos y adinerados, un hombre culto... Incluso llegó a pensar que lo había imaginado. Nunca relacionó los abusos con su baja autoestima, sus episodios de bulimia, su inseguridad enfermiza, su tristeza, sus excesos.
Los síntomas más habituales en niños suelen ser tristeza, aislamiento, baja autoestima, conductas sexualidazas, pesadillas... "Cuando el abusador es el padre es especialmente difícil y doloroso", explica Vicki Bernadet, Española creadora de la fundación que lleva su nombre, especializada en el asesoramiento y la prevención de los abusos sexuales a menores. "El miedo a romper la familia y a perder todo lo que uno tiene es demasiado grande", añade. Ella lo sabe bien porque también fue víctima de abusos por alguien de su entorno. "Se produce una rotura de confianza y un abuso de poder... luego vienen el chantaje emocional, la coerción, el engaño y la manipulación". "El adulto va generando culpa en el niño. Lo hace partícipe, le hace creer que si cuenta algo perderá todo, juegan con que el niño les quiere",
Afirma Margarita García, Española psicóloga y presidenta de la Asociación para la Prevención y Sanación de Abusos Sexuales en la Infancia (Aspasi). Según esta asociación, más del 90% de los abusos son cometidos por hombres.
Pedro, hoy trabajador informal con mucho éxito a nivel económico de 48 años, tenía unos siete cuando su padre empezó a abusar de él. La suya era una familia de clase media, con dos hermanos y madre ama de casa. "Empezó como un juego. Nunca me amenazó ni usó violencia física, pero tampoco la necesitaba. Si lo hace tu padre está bien por decreto, no es discutible... Tiene acceso total y absoluto, el niño no tiene ninguna posibilidad", añade. Y así continuó hasta los 14 o 15 años. "Te das cuenta de que es un secreto y sientes vergüenza, miedo y culpa... pero es la vida que te ha tocado, como niño no te planteas si es injusto o no, vives con ello".
Tampoco Carmela , la pequeña de ocho hermanos, se lo planteaba. Su padre abusó de ella desde que tiene memoria, y aunque ella solo recuerda tocamientos leves, a los 7 años tuvieron que llevarla al hospital por un sangrado anal. "Casi siempre sucedía los sábados", recuerda. "Me decía cosas como 'ven, métete en la cama, que hace frío'... o 'vamos, que te voy a enseñar al leer el periódico'. "Yo era su tesoro... No era el señor de la esquina, el panadero o el vecino, sino mi padre. El monstruo vivía conmigo". Su infancia pasó entre pesadillas, accesos de llanto, fobia a las puertas abiertas y vómitos matinales. "Me daba mucho asco. Tenía heridas en la vagina y me sentía sola, sucia, abandonada", explica. Años después, tras la separación de sus padres, empezó a ser violada por uno de sus hermanos. "Cuando crecí me junté con los peores. Iba con ladrones, consumía drogas, no estudiaba nada... Tenía una conducta muy destructiva".
El secreto y sus consecuencias Lo habitual es que las víctimas sigan con su vida y dejen su secreto aparcado, sin ser conscientes de las consecuencias y sin que nadie a su alrededor se plantee que sus conductas se deban a que estén siendo o hayan sido abusados por aquellos que debían protegerlos.
A medida que crecen, pueden surgir problemas de orientación sexual al llegar a la adolescencia, y ya de adultos, es característico el uso del cuerpo y la sexualidad como método de acercamiento a los demás, lo que favorece la promiscuidad y, en los casos más graves, la prostitución. Suelen tener dificultades para poner límites y, por lo general, depresiones, trastornos alimenticios, problemas de relaciones sociales y de adicciones. En el caso de las mujeres, muchas se convierten en maltratadas. Otros acaban suicidándose.

El niño no se planteas si es injusto o no, vives con ello "La gravedad no es solo el abuso, sino el secreto guardado durante muchos años. Hace que sea un cáncer por dentro que va comiendo a la persona... Crea muchas limitaciones, es como caminar por la vida con muletas, y cada uno hace lo que puede por sobrevivir"
Afirma Margarita García, presidenta de Aspasi. También abusada sexualmente durante un largo periodo de su infancia "Mi vida nunca ha sido normal, pero eso lo veo ahora, cuando ya he roto el silencio y me he enfrentado a las consecuencias",
Ahora después de buscar apoyo cuenta Pedro . Durante mucho tiempo vivió atormentado por la culpa, se sintió anulado, que no valía para nada y tuvo problemas con el juego. Eso condicionó sus relaciones. "Si no te valoras, es lo que vendes, lo que transmites, no te puedes relacionar de igual a igual de modo gratificante". Él nunca había asociado sus problemas a los abusos y "tenía clarísimo" que se llevaría el secreto "a la tumba". Pero un día, en un momento de crisis matrimonial, se lo contó a su mujer. Ella llamó a sus suegros y el pastel se descubrió. La madre y hermanos de Pedro le creyeron, pero ni la primera se separó de su padre ni los segundos dejaron de verlo. "Fue una guerra importante", dice haciendo memoria. "¿Ahora te acuerdas de eso?", fue la respuesta de su progenitor. En los siete años que pasaron antes de su muerte nunca se vieron.
En el caso de Carrmela tampoco se produjo un terremoto familiar. Tenía 19 años cuando le contó a su madre los abusos paternos y esta se limitó a decir que ella nunca vio nada malo. Cuando se le pregunta por qué no habló antes, responde: "Pensé que me iban a echar la culpa a mí. Sabía que aquello no estaba bien, pero piensas que ha sucedido porque tú lo has permitido". "Es una lacra social; ocurre en todo tipo de familias, pero somos invisibles. La gente tiene que saber que existimos y que sufrimos",
La situación es que la gente no lo toma como problema. Hay cursos y charlas sobre drogas, anorexia, ludopatía... pero no sobre esto. Nadie piensa que vaya a pasar en su familia, no hay conciencia social. La perversión del abuso es que, la mayoría de las veces, por ignorancia del entorno, no se detecta, el niño se calla y 15 años después ya es tarde y tu mochila está llena de errores
Para superarlo lo primero es necesario reconocer que ha pasado y que tú no tienes la culpa .El niño nunca es responsable, La principal acción consiste en asistir a terapia y buscar ayuda. Si se trata en el momento, las secuelas son mínimas o nulas. Se tiene que contar, pero no para buscar culpables, sino para hallar soluciones. Lo principal, es recuperar tu vida. Por eso, en el camino hacia la superación, cada uno elige cómo seguir adelante. Como padres El asunto no es vivir con miedo simplemente es estar informados para que logren ver cambios significativos en la conducta de los niños , puedan actuar a tiempo .
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