miércoles, 30 de marzo de 2016

ASPECTOS FISIOLÓGICOS DE LA SEXUALIDAD EN LA VEJEZ

La sexualidad en el hombre y la mujer adultos mayores sufre modificaciones que son generadas por el propio envejecimiento fisiológico, y exigen una adaptación de la conducta sexual de la pareja que propicie una sexualidad gratificante, libre de frustraciones y ansiedades que podrían conducir a la interrupción innecesaria de la actividad sexual. Aunque ambos sexos pueden conservar su capacidad sexual hasta edades muy avanzadas, el hombre suele ser más vulnerable que la mujer. En el hombre aumenta la necesidad de estimulación, se reduce la respuesta visual y táctil respecto a los hombres en etapas anteriores de la vida, disminuye la rapidez de la erección y esta es menos firme. La fase de meseta resulta más larga por debilitamiento de la fuerza del músculo cremáster con disminución de la elevación testicular. La fuerza de la eyaculación disminuye, esta se demora más tiempo, incluso puede no llegar a concretarse o se advierte menor volumen de líquido seminal. La pérdida del volumen del pene es más rápida y se prolonga el período refractario.

En la mujer el período de expansión y lubricación de la vagina está más alargado, la intensidad y la duración de la estimulación para vivenciar un orgasmo aumenta, mientras que las contracciones musculares para alcanzarlo pueden estar disminuidas en número e intensidad, incluso pueden existir contracciones dolorosas, reduciéndose la capacidad multiorgásmica con relación a las jóvenes, quienes exhiben una fase de resolución más breve.

Pero ninguno de los cambios descritos anteriormente para ambos sexos traduce disfunción sexual. Las disfunciones sexuales que se observan en la senectud se deben más a causas psicológicas y a prejuicios sociales que a una causa orgánica. Por lo que la sexualidad en la tercera edad depende menos de lo orgánico que de lo social. Mucho antes de arribar a la tercera edad, el individuo debe comenzar a recibir información sobre los cambios que van a ocurrir en su vida sexual con el pasar de los años. La escasa información, que todavía se advierte, al respecto, constituye, sin dudas, un factor principal implicado en la génesis de gran parte de los trastornos del funcionamiento sexual que se observan en este grupo poblacional.

A los cambios derivados del fenómeno del envejecimiento se le suman las enfermedades orgánicas crónicas que padecen los ancianos, que pueden originar algún grado de discapacidad, así como el consumo de fármacos, o peor aún, la polifarmacia tan frecuente en la tercera edad, que modifica el comportamiento sexual, bien por alteración del sistema hormonal, o por las secuelas de naturaleza, biológica, psicológica o social de las patologías crónicas.

En nuestra práctica profesional hemos constatado que los trastornos del funcionamiento sexual que sufren nuestros senescentes responden, frecuentemente, a procesos oclusivos vasculares asociados a la alta incidencia de hábitos tóxicos como el tabaquismo; a las lesiones de los nervios periféricos ocasionadas por enfermedades crónicas como la diabetes mellitus y el alcoholismo; y a la existencia de factores psicógenos, como los episodios depresivos y asteno-depresivos, también característicos de los diabéticos y toxicómanos, los cuales son, habitualmente, tratados con fármacos antidepresivos que contribuyen a la pérdida de la erección y al retardo o inhibición de la eyaculación en el hombre, así como, a una disminución de la lubricación vaginal (por modificaciones de la secreción endocrina) y, secundariamente, a la dispareunia en la mujer.

Entonces podemos afirmar con todo lo anteriormente expuesto que la sexualidad continúa siendo un área de la conducta humana en la que, frecuentemente, predomina lo anecdótico sobre el conocimiento científico, lo que cobra particular relevancia en las personas de la tercera edad. Los escasos datos, sobre la actividad sexual de nuestros senescentes, recogidos en sus historias clínicas, y en ocasiones, el reflejo de concepciones erróneas y falsas creencias. Por lo tanto afirmar o ridiculizar conductas normales no es más que el fruto de una falta de conocimiento sobre las creencias personales.


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