lunes, 20 de febrero de 2017



Las relaciones de pareja de los adolescentes son visualizadas habitualmente por los adultos como experiencias sin mayor importancia; sin embargo, para el adolescente son en extremo marcadoras y colaboran directamente con la construcción de la identidad y en su maduración afectiva.

Si desde la infancia ha existido una buena relación con los niños, la probabilidad de que ésta se mantenga durante la adolescencia es mucho mayor. Siendo así, el joven sentirá que es posible contarles a sus padres que le gusta un niño o una niña, con lo cual se abre la posibilidad de poder opinar discretamente y que estos consejos sean atendidos.

La educación en la sexualidad debería ser entregada desde la infancia. Muchos padres sostienen que hablar de sexualidad implica “relaciones sexuales” y eso es un error.

Educar en la sexualidad implica hablar, entre otras cosas, de la vida afectiva, del respeto por el otro, del propio cuerpo y sus cuidados, de los sentimientos, de cómo relacionarse afectivamente con un otro, de la empatía, etc.

El conversar de estos temas prepara a los niños para enfrentar y mantener una relación amorosa y por sobre todo cómo enfrentar las, tan dolorosas pero inevitables, decepciones sin derrumbarse ni enfermarse. Este sufrimiento es necesario para el crecimiento y gradualmente irnos fortaleciendo.

Por lo anterior es fundamental que el o la joven sienta que cuenta con un espacio entregado por sus padres para compartir tanto sus alegrías como sus dolores.


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